Ansiedad por demasiadas noticias tristes

Vivimos en una época en la que las noticias se trasmiten con mucha velocidad. Jamás antes, a lo largo de la Historia de la humanidad, se podía conocer cualquier noticia a nivel mundial de una forma tan rápida.

Internet y las nuevas tecnologías traen esta y otras muchas ventajas. Cierto es que también traen inconvenientes y peligros de los que hay que cuidarse, pero así ha funcionado siempre la humanidad y así seguirá siendo.

Noticias en el Siglo XXI y sus consecuencias

Estar siempre informado tiene sus ventajas, pero también puede traer consecuencias negativas. Estar siempre al tanto de la actualidad, con la cantidad de noticias negativas sobre enfermedades, guerras y desgracias de todo tipo, pueden traer consecuencias a nivel anímico de muchas personas.

El cristiano no puede vivir de espaldas a la realidad, y estar informado puede ayudar en muchos sentidos. La oración, que es una poderosa arma de los fieles, se puede realizar de forma más eficaz si estamos actualizados en las intenciones del Papa, como por ejemplo siguiendo la cuenta de twitter del Papa Francisco o cualquiera de sus redes sociales.

Ansiedad por demasiadas noticias tristes

El Papa Francisco nos ha animado siempre a acogernos, mediante la oración, a la Reina de la Paz, la Virgen María.

Cualquier oración que hagamos por las intenciones del Santo Padre, dirigida a la Virgen, es eficaz. Y ya con motivo de la guerra de Ucrania en 2022 nos sugería el Papa una sencilla oración por la paz:

Bajo tu amparo nos acogemos,
santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas que
te dirigimos en nuestras necesidades,
antes bien, líbranos de todo peligro,
¡oh siempre Virgen, gloriosa y bendita!

Ansiedad por la desesperanza de tanta tragedia

El cristiano no puede dejarse llevar por la desesperanza. Pero como es natural, nuestra empatía y nuestros sentimientos humanos pueden caer en ese error.

Muchas noticias negativas, la visión de la gente que nos rodea, habitualmente pesimista y catastrofista. Nuestros problemas cotidianos, que añaden leña a ese fuego aterrador que puede ser la desesperanza. Son muchos los factores que pueden juntarse y que pueden llegar a provocarnos ansiedad por demasiados hechos negativos.

Es muy humano que nuestra confianza se vea afectada. Que nuestra esperanza se deteriore. Que olvidemos que el futuro no existe, y preocuparse en exceso por lo que pueda llegar a pasar, viendo únicamente las opciones negativas, es un error.

El pasado debe quedar en manos de la misericordia divina, y es el presente lo que nos debe ocupar. Sin plantearnos las posibilidades de vivir un futuro oscuro, sino intentando orar y trabajar por la paz en el día de hoy.

Si la ansiedad por demasiadas noticias negativas te invade, si ese fuera tu caso, no tardes en hablar con tu confesor, tu párroco o tus catequistas.

Cualquiera de ellos sin duda te orientará y sacará de esa desesperanza, y te podrá guiar para que de nuevo obtengas la paz que la oración y la confianza en Dios te otorga.

La importancia de testimonios de fe y obras de vida eterna

Son muchos los testimonios de cristianos en cada suceso catastrófico que tiene lugar en el mundo. En cada situación horrible, hay uno o más testimonios de santidad que nos recuerdan la fuerza que el Espíritu Santo tiene, y su obra actualizada día a día.

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En el caso de la guerra de Ucrania, cabe recordar algunas publicaciones sobre familias en misión.

Así ocurrió con el testimonio de César y María Auxiliadora, miembros del Camino Neocatecumenal, que catequizaban en Kiev desde el año 1997:

«Vivimos una especie de miedo artificial; hay incertidumbre más por lo que oímos desde fuera y las noticias que nos llegan desde España que por lo que realmente vemos aquí. No hay sentido de alarma ni tanques en las calles, solo la tensión a la que los ucranianos llevan acostumbrados desde 2014», cuando Rusia se anexionó la península de Crimea. Es la percepción que traslada César Campomar, un burgalés nacido en Bilbao y que vive en una misión católica en Kiev desde 1997 junto a su mujer, María Auxiliadora Hernando, y sus diez hijos, los tres últimos nacidos en Ucrania. «Ahora mismo, nadie percibe que vaya a estallar un conflicto, estamos más preocupados por los contagios de covid que por una guerra», relata mientras explica que escuelas y universidades llevan cerrados desde antes de Navidad y los hospitales continúan saturados. Con todo, si la contienda se hiciera efectiva, esta familia del Camino Neocatecumenal «preguntaría a Dios qué hacer» e «intentaría escuchar su respuesta», que posiblemente pasaría por devolver a la abuela con la que viven a España –tiene 90 años y padece alzheimer– y permanecer junto a sus hermanos católicos de Kiev.

Los Campomar Hernando se han mimetizado con la minoría católica de la capital de Ucrania, en la que, a diferencia de lo que cuentan los datos oficiales, viven más de cinco millones de personas. Allí los católicos apenas representan el 7% del total de una mayoría ortodoxa que, «como ocurre en España, tampoco son muy practicantes». Tampoco se puede olvidar el ambiente comunista y anticristiano que se vive en su cultura. Tras haber pasado seis años como misioneros en Bielorrusia –donde les dieron un «ultimátum porque sabían que éramos de la Iglesia»–, los responsables del Camino Neocatecumenal los enviaron por sorteo a Kiev. Allí colaboran con la recién creada parroquia de San Alejandro, que han visto edificarse y que aglutina a una población de 400.000 personas pero a la que solo acude un millar de católicos a rezar cada domingo. «Caminamos con ellos e impartimos catequesis en esta y otras parroquias del entorno donde nos llaman. No hacemos nada extraordinario, solo lo que podemos». «Aportamos nuestras ganas de vivir, contamos que Dios ha sido bueno con nosotros».

Anunciar que Dios actúa

Para César «la misión lo es todo; mi vida es la misión». A ella ha dedicado más de la mitad de sus años y lo hace «como agradecimiento a Dios», que, como explica, ha construido su vida «de la nada y el sinsentido» y necesita «que la gente lo conozca», que descubra cómo transforma la vida de las personas. Trabajador como administrativo en la Embajada Española en Ucrania –no hubo suerte de que lo contrataran como chófer y se puso pronto las pilas para aprender el manejo del ordenador y los trámites documentales–, César ha experimentado que «Dios se ocupa de nosotros con pequeños milagros» que él resume en haber encontrado a la mujer de su vida, tenido con qué alimentar a su familia numerosa y haber encontrado «una comunidad de hermanos que me acogen y acompañan», refiriéndose al Camino Neocatecumenal, al que pertenece desde que era un adolescente.

Campomar quedó huérfano de padre a los 13 años, hecho que le empujó a «una crisis existencial profunda» que le hizo dudar de la bondad de Dios, quien para él comenzó a ser «una especie de canalla» que le había «arrebatado» a su padre cuando más éxito laboral cosechaba. Sus dudas de fe, la huída hacia adelante y las «borracheras intentando escapar de esta realidad» se toparon un día con las catequesis del Camino en su parroquia de Burgos, San Martín de Porres, a las que comenzó a acudir con asiduidad. Allí descubrió «una comunidad acogedora» y «el amor de Dios que era capaz de reconstruirte por dentro y recuperar el sentido de la existencia porque él está actuando». «Dios me estaba sacando del agujero profundo en el que me hallaba», recuerda.

Además del encuentro sanador con Dios, en el Camino Neocatecumenal descubrió «hermanos que caminaban conmigo y me acogían a pesar de mis equivocaciones y pecados» y conoció a su actual mujer, con la que decidieron «abrirse generosamente a la vida» aunque ello acarrease «numerosas dificultades».

Ambos se ofrecieron disponibles a la misión, a pesar de contar él con un buen puesto de trabajo como electrónico en el grupo Nicolás Correa. Y es que, como cuenta César, «los cristianos podemos alentar a este mundo que vive sin esperanza, que ha perdido el sentido, para quien todo termina con la muerte». «La vida eterna da sentido a nuestra existencia, si se cierra el cielo, ¿para qué aguantar? ¿Para qué sufrir si no existe la vida eterna y no existe el perdón? La propuesta cristiana es la mejor respuesta a los anhelos del mundo; el cristianismo atrae por su belleza, cuánta gente desearía creer y vivir nuestra esperanza. ¡No hace falta demasiada propaganda, es el deseo de nuestros hermanos!», revela. «Por eso estamos nosotros aquí y donde haga falta, para anunciar lo que he vivido, que Dios me ha sacado de la muerte, que Dios me ha devuelto a la vida».

Del mismo modo, se hacía eco el Diario de Navarra de la familia de Nuria Sala Gil de Avalle y Rubén del Brío López.

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Con sus 9 hijos menores de edad, en pleno conflicto provocado por la invasión de Ucrania por parte de Rusia en 2022, escaparon del horror y las bombas a través de casi 800 kilómetros de recorrido hasta la frontera.

Tras más de 4 años de misión Ad Gentes del Camino Neocatecumenal, llegaron a Hungría con el corazón puesto en sus conocidos de Vinnytsia, ciudad donde se encontraban antes de iniciarse la guerra:

Hemos pasado la frontera y estamos aquí, en Hungría, pero nuestro corazón está en Ucrania”. A las dos de la tarde de ayer, la pamplonesa Nuria Sala Gil de Avalle y su marido, Rubén del Brío López, franqueaban con sus nueve hijos el puesto fronterizo con el alivio de espantar el rastro de la guerra pero con el pesar hondo de dejar atrás cuatro años y medio de dedicación y vida en una misión Camino Neocatecumenal Ad Gentes.

“Allí se han quedado nuestros hermanos de misión. Esperamos y confiamos que el Señor esté con ellos”. La mujer, de 34 años, se acogió a sus convicciones religiosas para sobrellevar la dureza de un éxodo forzado.

A las 24 horas de abandonar Vinnytsia, enclavada a tres horas y media de Kiev, Nuria Sala, su marido y sus nueve hijos, de 11 años a dos meses de edad, abrazaban la acogida dispensada en otra misión de igual carisma en la localidad húngara de Miskolc. En ella, recibían la hospitalidad de los también navarros Chema Palacios Vallejo y Amaia Francés Zubieta.

Su periplo de incertidumbre acababa a 778 kilómetros, jalonado de barricadas, miedo y también hospitalidad de ucranianos que ofrecían sus casas para que pernoctasen, como confesó la mujer a sus padres, Kiko Sala Pericas y Carmen Gil de Avalle Melero, en las conexiones periódicas vía telefónica.

Cuando Rusia confirmó su amenaza de invasión, el jueves por la tarde, el matrimonio y sus hijos decidieron emprender el viaje. Sin descanso y apenas escalas para hacerlo lo más rápido posible, el marido estuvo prácticamente las 24 horas al volante. Los menores fueron “unos benditos”, a decir de la expresión de su madre, extenuada por el esfuerzo realizado y el golpe anímico de despedirse de seres queridos allá donde forjó lazos entrañables de convivencia. “Estamos muy cansados”, señalaba en un mensaje de voz.

El abandono fue duro para quienes optaron por dejar su entorno conocido en Pamplona para participar en una fundación neocatecumenal junto a otras dos familias, un sacerdote ucraniano y un seminarista estadounidense.

Pero la guerra, que no era esperada por los ucranianos en una calma tensa instalada desde el año 2014 -como observa el padre de Nuria, Kiko Sala, que en Navidades visitó Vinnytsia junto a su mujer-, hizo trizas cualquier plan de futuro. El escenario más que preocupante precipitó la salida en furgoneta para ponerse a salvo. A las horas de tomada la decisión, caían bombas en las inmediaciones.

En medio de la “huida” que, a lo ojos creyentes de Nuria Sala, fue “esperanza”, un contratiempo salió a su encuentro en el puesto fronterizo de Hungría. La pequeña Sara, de dos meses de edad, carecía de salvoconducto y pasaporte. El trámite burocrático quedó en un sobresalto, resuelto de forma satisfactoria para poder continuar el viaje. El proceso administrativo será resuelto la próxima semana en la embajada española en Budapest para así poder emprender el viaje de regreso hasta España.

A su llegada ayer a Miskolc, la familia de acogida Palacios Francés, como el resto de las implicadas en su misión neocatecumunal, se volcaron en su recibimiento. “Pedimos colchones y fundas nórdicas para que toda la familia pueda dormir estos días en una habitación grande de nuestros hijos”, expuso Amaia Francés.

La respuesta generosa se ampliará con la llegada de otros refugiados que participan de sus mismas convicciones y que debieron salir de forma apresurada de Ucrania en una escalada que se antoja copiosa. El Gobierno de Navarra, al tiempo de condenar la “agresión” al pueblo ucraniano, expresó ayer su ofrecimiento a acoger a personas refugiadas.

Nada de acuerdos con el mal, ni conducta tibia

El Papa Francisco nos recuerda que, frente al mal en cualquiera de sus formas, no se puede el cristiano quedar quieto.

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No cabe restarle gravedad, ni siquiera por motivos como la generalización de la conducta maligna en la sociedad.

Igual que Cristo venció sus tentaciones, así nos anima el Santo Padre a oponernos al mal, sin posibilidad de pactos o transigencias. Ni conductas tibias, ni restar gravedad a las maldades del mundo: el combate con la Verdad es la única opción.

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